13 mar 2013

Conclusión

Con cada nuevo libro se aprende algo.  Y "Vapor" ha sido muy generoso conmigo en este aspecto.




Si habéis ido siguiendo las notas que he dejado en este blog, ya sabéis que yo había imaginado una historia y la dirección en la que quería llevarla, y tenía bastantes ideas sobre qué hacer y cómo hacerlo, pero también había dejado multitud de cabos sueltos y bastantes decisiones -incluso capítulos enteros- sin concretar cuando me puse ya a dibujar las páginas. No hay otra manera de empezar que tirando de las ideas que uno ha ido organizando, pero trabajar con ellas es como tratar con fantasmas. Son volátiles y  escurridizas, y solo mediante el dibujo alcanzan a corporeizarse. Y a medida que avanzaba dibujando las páginas de "Vapor" empecé a descubrir que el dibujo, al tomar cuerpo, tenía cosas que decirme. A partir de cierto momento, justo cuando empezaba a sufrir por los huecos en el guión, comprobé asombrado que el dibujo tomaba el mando: me sugería desarrollos, me daba pie a gags imprevistos, me dictaba peripecias, me conducía justo donde había que ir.

Comprobé que de poco sirve tener un guión perfectamente estructurado de antemano y atenerse a él caiga quien caiga. El dibujo te va a mostrar muchas cosas que no habías visto. Porque si la elaboración de un guión tiene mucho de artificioso -esa obsesión del narrador por hacer que todo cuadre-, lo que te está diciendo el dibujo es, por contra, puramente orgánico, nace de la propia historia, no desde fuera, y tiene sentido dentro de ella. Sólo a través del dibujo empieza a aparecer la auténtica lógica, la verdad de la historia -esa que tú no sabías que estaba ahí-, y el autor hará bien en dejarse llevar por ella abandonando sus ideas previas. Hay que escuchar al dibujo.

Eso he hecho en este libro, rendirme a ese poder de generar narrativa que reside en el puro dibujo. Y comprobar que al hacerlo, todo empieza a fluir orgánicamente. Ya no eres el deus ex machina que mueve los hilos a su antojo según un plan predeterminado, sino que el dibujo te ha revelado la verdad que la propia historia hace germinar, y tú ya no tienes más que dejarte enredar por ella y seguirla hasta el final.

¿Suena demasiado abstracto? Lo cierto es que se me hace difícil explicarme mejor, porque la conciencia de este proceso "orgánico" ha sido nueva para mí y seguramente aún tengo que acabar de entenderlo yo mismo. Pero sí sé cuánto me ha servido para que acabara saliendo un libro distinto -y mejor- del que yo tenía en mente cuando empecé a dibujarlo, y también sé que ahondar en este proceso será uno de los impulsos que guiarán mis trabajos futuros.



Y con estas notas doy por terminado este blog. Las noticias que pueda generar el libro a partir de ahora las iré recogiendo en mi blog principal, el hombre duerme, el fantasma no. Algunas personas cercanas me han sugerido la posibilidad de hacer un libro explicando más ampliamente mis métodos de trabajo a partir de los materiales recogidos aquí como ejemplo concreto. Es una idea tentadora, desde luego, pero hay otros proyectos rondando mi mesa y habrá que ver cuál de ellos me arrastra primero, porque los días no dan para todo. En cualquier caso, ha sido sumamente esclarecedor para mí ordenar y revisar a posteriori todo el proceso creativo del libro, como enriquecedores han sido los comentarios que habéis aportado. Espero que a vosotros os haya iluminado en algo y lo hayáis disfrutado tanto como yo. Mil gracias por leerme y acompañarme.

8 mar 2013

El rotulado del título

Confieso que me cuesta muchísimo avanzar en un proyecto si no tengo título para el mismo. Un buen título me da seguridad y me arma de valor para esforzarme a hacer una obra a la altura del mismo (lo digo absolutamente en serio). Por suerte, di muy pronto con el título para este libro, y ya en seguida empecé a visualizarlo. Puede que a un escritor le dé igual si su título va a ir en Futura o Garamond, pero para un dibujante un título nunca es abstracto, un título se dibuja, igual que se dibuja un personaje o un automóvil, y por tanto hay que dotarlo de identidad visual. Había una versión primitiva del rotulado del título en mis cuadernos, junto a las primeras anotaciones del guión, con unas letras temblorosas y un degradado interior "siniestro", típicas de los gloriosos cómics de terror de la EC.


Cuando hice la primera portada decidí dibujar la letra bastante más esbelta, y reforzar el grosor de su contorno. Cuando rotulo titulares suelo seguir la norma de que el grafismo con que dibujo las palabras que lo forman aluda de algún modo a su significado: las letras estiradas y el temblor de su contorno se asocian fácilmente al movimiento ascendente del vapor, igual que ese rayado degradado interior:


Cuando hube terminado el libro y me enfrenté al diseño de la portada, decidí quitarle al título ese aire tan de tebeo clásico y llevarlo a un terreno mucho más sobrio -severo, incluso-, convirtiendo las letras en silueta maciza y manteniendo mínimamente ese temblor que sería característico del vapor, pero que al tiempo apunta también cierta idea de tensión o de miedo. Para darle una cierta elegancia a la portada, adelgacé aún más las letras y les di más separación entre sí. Verticalizado así, el título contrapesaba el dominio horizontal (Nick tumbado y el horizonte detrás) del dibujo de portada.



El último paso fue, como siempre, el más tedioso: dibujar el rótulo bien dibujado. Hay que armarse de escuadra, cartabón y la paciencia de un monje medieval, eso es todo. Pero no hay que obsesionarse tampoco con hacerlo tan y tan perfecto que parezca que se ha usado una fuente digital. Al contrario, lo chulo es que se perciba que está hecho a mano. Esta artesanía es algo que a mí me sigue emocionando en los cómics (aunque, lo confieso, yo hago algunas trampas: una cierta postproducción de copia y pega para la simetría de ciertas letras).




7 mar 2013

La portada

Terminado un libro, toca ponerse a pensar en su cara visible, la portada. Me puse a hacer microbocetos durante un par de mañanas, y así fue como salió. La primerísima versión que había hecho antes de comenzar a dibujar la historia no me satisfacía, la presencia del personaje Vapor era demasiado masiva, y ni quería desvelar su aspecto de entrada ni estaba justificada su importancia dado que no tiene tanto papel finalmente en la historia. Necesitaba algo más ligero y vacío, desértico y por tanto más acorde con el tono gráfico general del libro. Pero tenía que ser potente visualmente, así que necesitaba una mancha negra que solo me podían ofrecer la sombra o el gato. Opté por la sombra porque esas miradas encontradas y esos perfiles idénticos daban mucha tensión a un dibujo aparentemente inocente de puro sencillo.

La banda vertical rayada de la izquierda -una imitación pobre del clásico lomo de tela- la tenía bastante clara, porque quería anticipar de algún modo la textura rugosa que se iba a encontrar el lector en el interior. Del diseño del título hablaré en el próximo post.



Puesto que el libro es en blanco y negro, quedaba descartada una portada a todo color. Pero una portada solo en blanco y negro parece que queda... hum... ¿pobre? Bien, siempre queda la opción de las dos tintas -que creo que domino bastante a base de haberla practicado abundantemente en los primeros años de el Víbora-. Bastaba dar, simplemente, un toque o dos con una tinta de color, quizá solo en el título y en la banda vertical. Hice pruebas en el ordenador. Y entonces fue cuando caí en la cuenta que el puro negro del dibujo quedaba demasiado duro sobre el blanco del fondo. Sustituí el negro por un marrón muy oscuro y la cosa quedaba mejor, por lo menos en pantalla. Busqué entonces la correspondencia con las tintas de impresión Pantone y encontré una que parecía adecuada, aunque la verdad es que hasta que no lo ves impreso no puedes estar seguro del todo.

Decidí hacer unas guardas completamente abstractas usando esa misma textura de la roca sobre un fondo de color también muy oscuro. Si la portada es la puerta de entrada a un libro, las guardas serían el pequeño túnel o pasillo que conduce hasta el vestíbulo (la portadilla). Me pareció que esa textura ayudaría al lector a entrar en la atmósfera visual del libro.

Y finalmente quedaba un pequeño problema por solventar. Iba a haber edición catalana y castellana, y había que diferenciarlas suficientemente, puesto que el título no cambiaba. Odio hacer portadas distintas en estos casos, porque inevitablemente siempre habrá una mejor que otra -y porque representa el doble de trabajo, claro-. Así que opté por diferenciarlas mediante el segundo color. Me tiré una buena tarde probando distintas combinaciones, buscando sobre todo que la vibración de ambas segundas tintas fuera similar (es decir, que pasados a escala de grises, ambos colores dieran la misma intensidad de gris).

Pero la incertidumbre persistió hasta ver el libro impreso, porque la portada no se imprimía en CMYK sino en tintas Pantone, que nunca se ven iguales en una pantalla que en sus catálogos de colores impresos, ni en el resultado final. Pero la verdad es que salió de maravilla (gracias a Emilio Bernárdez, el editor, que mimó la producción del libro).


El dibujo original para la cubierta.

Prueba de color descartada.

Las portadas definitivas, castellano y catalán.




6 mar 2013

El epílogo

Nunca es facil decidir en qué momento tiene que terminar una historia. "Vapor" podría haber terminado tranquilamente con la última viñeta del capítulo anterior, con Nick perplejo ante la propuesta de Vapor.
Pero desde el principio tuve claro que había que volver con los habitantes del desierto para cerrar la historia. Y mi idea en aquel momento era otra, pero a estas alturas, con 104 páginas dibujadas y tantos cambios sobre el punto de partida, la historia dictaba ya por sí misma su conclusión: la vida sigue en el desierto, igual que siglos antes, igual que siglos después. Nicodemo ha sido una estrella fugaz que ha brillado apenas unos segundos en la eternidad desértica. Y sí, Mosh y Juanita lo añoran un poquito, pero nada comparado con la excitación que les produce el próximo desfile de la reina de Saba, para el que faltan aún diez años, pero qué son diez años en la vida del desierto...

El epílogo me servía además para dejar descartada una de las tres opciones de Nick (cuestión que tanto desconcierto ha levantado entre algunos lectores): seguir a Vapor, ir tras la reina de Saba (regresar al mundo) o integrarse ya para siempre en la comunidad desértica.

Solo estuve dudando sobre la conveniencia de dejar una página en blanco antes del epílogo. Era una opción extraña, y realmente poco usada en los tebeos, pero realmente necesitaba expresar el paso de un lapso indeterminado de tiempo y, al mismo tiempo, hacer invisible el paso que iba a dar Nick, fuera éste  cual fuera. En realidad no las tenía todas conmigo y me siguió pareciendo una opción rara hasta que tuve el libro impreso entre las manos y pude comprobar con alivio que funciona razonablemente bien.



2 mar 2013

Aparece (y desaparece) Vapor

Tras la aparición del libro me impuse a mí mismo no hablar del misterioso personaje Vapor en las entrevistas. Es una de las claves del sentido del libro, aunque ni mucho menos la principal. Pero parece que el hecho de que el cómic vaya titulado con su nombre ha despistado a algunos lectores y críticos y los ha conducido a malinterpretar la esencia del extraño personaje y su función en la historia.
Bueno, este blog trata de la mecánica creativa del libro, no del significado del mismo. No estoy aquí para destripar el sentido de la historia. Pienso que una de las virtudes del libro es precisamente la de dejar mucho espacio al lector para la interpretación. Para mí, como autor, es un logro que no había conseguido antes, y no voy a cargármelo aquí. Pero he oído y leído ciertas interpretaciones del personaje Vapor que me alarman porque desvirtúan demasiado el sentido general del libro, así que voy a dar una pista: Vapor es Kurtz. Aquellos que hayáis leído "El corazón de las tinieblas", de Joseph Conrad, sabréis a qué me refiero. Los que no, corred a leerlo: es uno de los mejores relatos jamás escritos.

Por supuesto, también me he negado a contestar a otra pregunta sorprendentemente frecuente: ¿Qué decide hacer Nick al final? Bueno, es que yo no lo sé, yo he terminado mi relato ahí y la respuesta le toca imaginarla a cada lector.

Desde el punto de vista técnico, poco que decir sobre este capítulo. Tuve que ser muy, muy cuidadoso con los diálogos del personaje Vapor para mantener la ambigüedad y el misterio que lo rodea. Los escribí y reescribí y taché y retoqué un montón de veces hasta dejarlos en lo mínimo esencial. El aspecto visual básico del personaje ya lo tenía decidido prácticamente al inicio del proyecto, así que solo tuve que aplicarme a encontrar una textura gráfica adecuada para su estado gaseoso y jugar con sus cambios de tamaño y forma. Me gusta especialmente la primera viñeta de la página 107, cuando Vapor se gira y empieza a desvanecerse. Tenía muy presente un cuadro atribuido a Goya, "El coloso", mientras la imaginaba.








27 feb 2013

El desfile (y II)

La selección de imágenes para el desfile fue algo delicado. La extensa lista de temas que me hice, que pretendía reflejar todo lo "tóxico" de la actualidad, lo peor de nuestro mundo convertido en show para las masas, resultó desoladora: no me veía dibujando una carroza llenas de banqueros y brokers, u otra con todos esos logotipos de las grandes compañías multinacionales que odiamos, pero cuyos productos consumimos... Qué explícito, previsible y aburrido se tornaba todo. No, el desfile necesitaba misterio, metáfora y símbolo. Imágenes insólitas, poderosas en cuanto enigmáticas, o bien extrañamente ambiguas. Que el lector decidiera qué es lo que estaba viendo. Fue así como fui urdiendo el desfile, casi en un proceso de escritura/dibujo automáticos, dejando que cada "atracción" me viniera sugerida por el influjo de la anterior.





Pero... ¿cómo terminarlo? La reina de Saba me planteaba un desafío que no resolví hasta el último minuto. Que viajaba en limusina lo tenía claro desde el principio, aunque el gag visual de la página 96 (otra de mis favoritas) lo improvisé mientras dibujaba el original (y también, por cierto, el gag de las gafas 3D, que nunca estuvo en el guión. A estas alturas, la historia se estaba escribiendo prácticamente sola -y volveré sobre esto-).




El gran problema era si teníamos (los personajes, el lector, yo mismo) que ver a la reina o no. Me debatí mucho tiempo sobre ello. Pero hasta que no hice un intento serio de dibujarla no confirmé mis sospechas: mostrarla la convertía en una marioneta más del desfile. Su misterio -la sensualidad irresistible, la majestuosidad arrebatadora, la sinceridad o la falsedad de su desgarro, lo siniestro de la situación- se transmitía mejor mostrando solo una voz agazapada en la oscuridad de la limusina. La imaginación del lector la iba a hacer más poderosa que cualquier imagen que yo pudiera darle.








25 feb 2013

El desfile (I)

Desde que empecé a concebir el libro tuve claro que la secuencia del desfile iba a ser el clímax gráfico de la historia. Quería que fuera visualmente deslumbrante y por eso le dediqué tantas páginas, y sin duda hubieran podido ser aún más, pero el temor a repetirme o caer en tópicos me retuvo. En el libro de Flaubert, de donde tomé la idea, el desfile de la Reina de Saba consiste básicamente en una prolija y exuberante descripción de dioses de la antigüedad pagana, occidental y oriental (Flaubert había viajado a la India y se documentó exhaustivamente), con toda su parafernalia de exotismo, lujo y derroche, mística y vicio: la tentación perfecta para un anacoreta del siglo III d. de C.
Lo que yo quería hacer, sin embargo, debía referirse a la actualidad, a todo aquello de lo que Nick había huído. Decidí dividir las páginas en un esquema rígido de tres tiras panorámicas, y me hice una lista de cosas y temas que debían aparecer. Pero también quería hacerlo de un modo gradual: empezar con algo antiguo e ir avanzando hacia lo contemporáneo. Aquí se puede ver mi primer acercamiento, con una abundante lista de personajes y cosas, bastantes de ellas finalmente eliminadas:




En mi concepción visual del desfile tuvo mucho que ver esta página de Herbert E. Crowley, que me tenía -y me tiene aún- hechizado por sus cualidades hipnóticas, un ritmo visual repetitivo conseguido a base de la multiplicación de figuras idénticas con movimientos cuidadosamente coreografiados. Para quitarse el sombrero. Más abajo, una muestra del resultado de mi pobre intento de emular lo que Crowley hizo hace cien años.